Ya ni me acuerdo de los años que llevo escribiendo artículos de opinión. Durante este tiempo, he meditado y hecho mis reflexiones (con más o menos acierto), he narrado mis experiencias y mis pensamientos, y siempre he tenido un ojo puesto en lo que pasa en lugares tan dispares (y alejados físicamente entre sí) como pueden ser Madrid, Atenas, Solentiname, La Habana, Cisjordania o Sierra Leona. Y ahora que echo la vista atrás, me doy cuenta (con cierto resquemor) de que nunca he dedicado un artículo a mi ciudad. Y ya no puedo aguantar más. Hoy, por fin… Tarragona.
Aunque soy granadino de nacimiento (y de corazón), llevo tanto tiempo afincado en Tarragona que se ha convertido en mi casa. Y eso, para mí, es todo un orgullo, ya que Tarragona es una ciudad fantástica (aunque haya muchos que, por desgracia, se empeñen en destacar sólo las cosas negativas).
Hace apenas unos días, las imágenes de la antigua plaza de toros llena a rebosar de castellers aparecieron en medios de comunicación de todo el mundo. El Concurs de Castells es algo único, y poder vivirlo en primera persona es una satisfacción de esas que no se pagan con dinero. Y qué decir del patrimonio romano, de las fiestas de Santa Tecla, del barrio del Serrallo, de las vistas desde el Balcó del Mediterrani… Y de su gente. Qué decir de su gente.
Pero no sólo la ciudad es fantástica. El territorio que la rodea es envidiable. En un radio pequeñísimo de kilómetros puedes plantarte en lugares tan diferentes como las playas de la Costa Daurada –que son de las mejores del mundo-, las montañas de Siurana y Prades o Port Aventura. Puedes visitar los monumentos de la Ruta del Císter, disfrutar de una calçotada en su lugar de origen (Valls) o beber los soberbios vinos del Priorat y el Montsant. Todo tan distinto, pero a la vez tan especial. Y no olviwwws que tenemos un clima estable que es la envidia de todos. Por el potencial turístico que existe en la provincia, Tarragona puede ser un motor económico para todo el país. Sólo tenemos que creérnoslo.
En definitiva, Tarragona es mi maravillosa ciudad. Es la tierra que amo. Y sin embargo, desde que llegué aquí, hace ya cuatro décadas, tengo que soportar (día sí y día también) que sea injustamente tratada por la televisión pública catalana. Sí, esa que se supone que es de todos, y no sólo de las personas que viven en Barcelona y Girona. Debemos reconocer que la cobertura mediática que se hizo del Concurs de Castells fue mejor que otros años, pero me gustaría ver cómo sería en el caso de que el certamen se celebrase en la Ciudad Condal. Estaría hasta en la sopa.
Esta marginación es histórica (¿cuántas veces habremos dicho o escuchado aquello de ‘Tarragona sólo sale cuando hay malas noticias’?) hasta el punto de que estamos anestesiados. No obstante, hay un caso sangrante que no puede quedar impune. Me refiero a Santa Tecla, que en los últimos años se ha convertido en una de las fiestas mayores con más participación de Catalunya, y sin embargo apenas tiene presencia en los medios públicos que controla la Generalitat.
¿Cuáles son los pecados de Santa Tecla? Que se celebra en Tarragona y que coincide en fechas con la Mercè. No sé ustedes, pero yo ya empiezo a estar harto. Tantas quejas en Barcelona con el centralismo de Madrid, y ambos están utilizando el mismo látigo. Y es que, en el fondo, no son tan distintos.
Ángel Juárez Almendros
Presidente de Mare Terra Fundación Mediterrània y de la Red Internacional de Escritores por la Tierra