Nos acercamos ya a Semana Santa y uno de los pasos más conocidos es el viacrucis, que representa, en diferentes estaciones, los momentos y sufrimientos vividos por Jesús.
Como bien sabéis todos, soy una persona ostomizada por el tumor que sufrí. Es la alternativa gracias a la cual sigo vivo y puedo seguir haciendo, más o menos, una vida normal. Se calcula que, en España, hay más de 130.000 personas ostomizadas, aunque muchísima gente desconoce lo que es y las dificultades que comporta.
Los pacientes ostomizados hemos sufrido una operación por la que nos han creado un orifico en el abdomen para dar salida a la orina o a las heces, y que se recogen en la bolsa adaptada que llevamos al cuerpo.
Los ostomizados podemos y tenemos el derecho a hacer una vida normal. Pero para que esto ocurra, necesitamos baños adaptados y preparados. Algo que parece tan simple y esencial, no siempre se cumple.
La semana pasada estuve comiendo en un restaurante de Tarragona. Cuando se me activó la bolsa, fui al baño y resultó que el restaurante no tenía un baño para minusválidos. Tuve que cambiarme la bolsa en malas condiciones con muchos nervios.
Según la ley, todos los locales con atención al público deben tener un baño adaptado para todas las personas, independientemente de su capacidad y de la actividad a la que se dediquen.
La historia continua… La semana pasada presentamos un libro en un sitio público muy conocido y céntrico, el Centre Cultural del Antic Ajuntament de Tarragona, ubicado en la Calle Mayor. Allí se desarrolla una programación cultural muy interesante. Es un espacio muy bonito y acogedor para este tipo de actos.
Era por la tarde y en esta franja horaria tengo mayor riesgo con la bolsa. Cuando necesité ir al baño, mi gran sorpresa fue que solamente había un lavabo, era antiguo, no estaba adaptado y, para colmo, no había pestillo.
Los espacios y locales públicos deben dar ejemplo y estar bien preparados para todas las personas. Por este motivo, ya he comunicado el asunto al alcalde de Tarragona, para que el Ajuntament pueda tomar medidas.
Y el viacrucis continúa.
Ayer estuve en el Hospital Joan XXIII para una intervención, la cual se retrasó bastantes horas por un caso totalmente comprensible. Debo agradecer y felicitar al personal médico que realizaron la intervención por su profesionalidad y buena atención.
El disgusto vino después. Estaba en la zona de recuperación de la Unidad Hemodinámica, que fue una reivindicación de la Plataforma de Salud de la Coordinadora de Entidades de Tarragona. Estas dos salas fueron uno de nuestros primeros logros.
Estaba allí mucho más tarde de lo que debería, llevando casi 24 horas sin comer. La bolsa se activó y pregunté a la enfermera por un lavabo, para poder cambiarla. Ella se quedó perpleja mirándome. No sabía qué responder ni cómo actuar. Era algo urgente e insistí, a lo que me contestó que no podía hacer nada, ya que el protocolo no preveía esa situación.
Intenté hacerle entender mi situación y lo incómodo que sería tanto para mí como para el resto de pacientes que se encontraban en la sala. Era una cuestión de dignidad y respeto. Pero cada vez de forma más agresiva, se negaba a poner una solución. Le respondí rotundamente que me levantaría e iría yo mismo a buscar un baño. Finalmente, buscaron una silla de ruedas y me llevaron al baño más cercano, que era del personal.
¿Cuántos ostomizados habrán sufrido situaciones así? No quiero imaginarme como habrán terminado otros casos, de personas que quizás sean más vergonzosas y que no tengan los recursos que tengo yo para denunciarlo.
Por todas estas escenas exigimos:
- Un decreto para que no haya ni un solo local público ni privado sin un baño adaptado para todas las personas.
- La instalación de un baño para pacientes en la Unidad Hemodinámica y la revisión del protocolo de actuación.
La buena noticia final es que la intervención fue bien.
Y recordad, ¡que nadie os robe vuestra sonrisa!