Hoy, con el recuerdo de la sangre de los atentados todavía muy fresco, hoy, que esa mezcla de dolor, pena y rabia que no tiene nombre todavía escuece, se me hace complicado sentarme delante del ordenador y ponerme a escribir. Pero es hoy, precisamente por todo lo que ha pasado en Barcelona y Cambrils, por los recuerdos de las tragedias en París, Damasco, Bruselas, Homs, Madrid o Bagdad, por todo aquello que desgraciadamente está por venir, cuando es más necesario que reflexionemos sobre lo que está sucediendo a nuestro alrededor. Y por supuesto, también hoy debemos felicitar a los Mossos d’Esquadra, así como al resto de cuerpos policiales, fuerzas de seguridad y servicios sanitarios por el gran trabajo realizado en una situación crítica. Powwws estar orgullosos de ellos, y tenemos que decirlo bien alto.
Sobre el yihadismo y los conflictos geopolíticos que hay detrás de la aparición y auge de Estado Islámico existen muchos artículos escritos por personas más sabias que yo. Creo que todos los que nos informamos un mínimo sabemos qué países están financiando a este grupo terrorista y cuáles –y ahí está quizás el gran problema- lo permiten y se limitan a mirar hacia otro lado. Pero yo quiero referirme a otra cuestión, a la que quizás no se le presta tanta atención pero para mí es básica si queremos parar la avalancha que hace años que se nos viene encima. Me refiero al papel de los líderes musulmanes establecidos en Europa.
Quien me conoce sabe que una de las obsesiones de mi vida ha sido la integración de los inmigrantes que vienen a Tarragona. Cuando en los años noventa empezaron a llegar los primeros musulmanes y muchos vecinos los miraban con recelo (el clásico temor a lo desconocido) yo, como líder vecinal, siempre luché para que su integración en la sociedad fuese lo más sencilla posible. He organizado cientos de actividades con ese propósito y me he reunido miles de veces con todos los líderes de otras culturas porque consideraba que era mi deber. Para mí nunca hubo diferencia entre un vecino de toda la vida y un recién llegado. Ambos tienen los mismos derechos y, por supuesto, las mismas obligaciones. Si algo odio en esta vida es el racismo y el rechazo a lo diferente, y por eso siempre he trabajado para conseguir una sociedad multicultural y abierta. Y en ello sigo…
Y hoy, teniendo en cuenta el contexto que acabo de explicar, reconozco abiertamente que estoy decepcionado con el papel que están jugando los líderes musulmanes en nuestro país. Me refiero tanto a presidentes de entidades como a los imanes de las mezquitas, que representan a centenares de miles de inmigrantes. Es verdad que se han celebrado varias manifestaciones y concentraciones en las que los musulmanes han mostrado su rechazo al terrorismo yihadista, pero la participación ha sido escasa. Es triste que después de unos hechos tan terribles la respuesta musulmana contra el ISIS haya sido tan pobre. Conozco el funcionamiento de estos grupos sociales y sé de buena mano que los máximos responsables son sus líderes, que son los que tienen capacidad de movilización. Os pongo un ejemplo. La Coordinadora d’Entitats de Tarragona, ente que presido que aglutina noventa asociaciones del territorio de todo tipo, cuenta con varias entidades formadas por musulmanes. Creía que sus presidentes aprovecharían esta plataforma para hacer llegar sus mensajes de condena, pedirnos consejos, ofrecernos su colaboración… No ha sido así. Aún estoy esperando a que reaccionen. Me entristece saber que no lo harán.
Lo diré sin tapujos y bien alto porque estoy harto de ese buenismo de la izquierda que no hace ningún bien al progreso social: en mi opinión, los dirigentes musulmanes tienen un reto muy importante y deben mojarse más, mucho más, y condenar de manera abierta y contundente el terrorismo. Que no haya ninguna duda y quede claro que la población musulmana lo rechaza y lo repudia sin excepción. Si no lo hacen, las barreras se harán cada vez más altas y la desconfianza y recelos de la población serán comprensibles e inevitables. No es momento de ser políticamente correctos sino de decir verdades, aunque nos duelan. Y lo que presiento es que o los líderes musulmanes se ponen las pilas y cumplen con su deber, o el riesgo de fractura social será altísimo. Y ese es el peor escenario posible.
El problema del terrorismo islámico es complejo y debe combatirse desde todos los ángulos posibles. La solución no está en nuestras manos, pero si la comunidad musulmana en España (ojo, casi dos millones de personas, un 40% de ellas nacidas en nuestro país) se movilizase contra el yihadismo y le plantase cara, las cosas serían mucho más fáciles. En momentos en los que el dolor nos invade y el terror desfila ante nuestros ojos, es cuando más unidos debemos estar. Por eso tenemos que juntarnos todos, sin excepción, y gritar al unísono que basta ya, o quizás se hará tarde y todo se complique aún más. Otro mundo es posible, sí, pero sólo lo veremos si de una vez somos capaces de permanecer unidos y formar una sola voz.
Ángel Juárez Almendros. Presidente de Mare Terra Fundació Mediterrània y de la Red Internacional de Escritores por la Tierra