Todas las historias, incluso las más extraordinarias, tienen un denominador común: un inicio modesto. La mayoría de personas que han triunfado en la vida lo han hecho empezando desde abajo, y poco a poco y a base de trabajo han ido escalando hasta alcanzar la cima. Ya lo dicen: Roma no se construyó en un día. Mi biografía encaja en esta ecuación. Creo haber traspasado metas de las que sentirme orgulloso –modestia aparte- como organizar congresos y jornadas en países de todo el mundo, celebrar unos premios de prestigio internacional durante más de dos décadas en mi ciudad, publicar varios libros de poesía, ser el presidente de una red global que aúna a más de 800 escritores, artistas e intelectuales… Pues bien, todos estos logros han sido posibles gracias a lo que aprendí en mis inicios en el barrio tarraconense de Riu Clar. Esa experiencia ha tenido para mí más valor que cualquier máster de la universidad más prestigiosa; sin ella, nada de lo que vino después hubiese sido posible.
Fui presidente de la Asociación de Vecinos de Riu Clar durante veinte años (1980-2000). Me gusta recordar aquellos tiempos, esbozar una sonrisa y pensar en cuánto hemos cambiado. Qué puedo decir de Riu Clar… Es mi casa, mi barrio, el sitio en el que maduré y que ha marcado mi destino para siempre. Cuántos recuerdos positivos… Las manifestaciones, la implicación social, las reivindicaciones vecinales, la sensación de que si estábamos juntos podíamos conseguir todo lo que nos propusiéramos. Qué dinamismo, cuántas cosas hacíamos y ni nos dábamos cuenta. Aprendíamos sobre la marcha porque teníamos que valernos por nosotros mismos (y eso nos hacía más fuertes). Qué manera de canalizar tanta energía positiva por el bien común. Y cómo ha cambiado la sociedad durante todo este tiempo, ¿verdad? En los ochenta no perdíamos la energía buscando Pokémons o librando batallas infructuosas en las redes sociales. Teníamos cosas más importantes que hacer.
Cuando yo era líder vecinal de Riu Clar conseguimos que un barrio que prácticamente no existía (puedo pasear con mis nietos por allí y decirles “antes todo esto era campo”) se convirtiera en un referente para muchos movimientos sociales. Cuando llegué allí no había ni aceras, ni luz, ni árboles, y las malas hierbas eran más altas que yo. Unos años después conseguimos tener un vecindario estructurado, y nuestras exigencias, aunque se hacían de rogar, se fueron haciendo realidad: un alumbrado digno, se solucionaron los graves problemas de humedades, obtuvimos ayudas para mejorar las difíciles situaciones sociales que existían, se construyó un polideportivo, las fiestas populares que montábamos eran famosas por su altísimo nivel… Incluso creamos dos eventos que eran la envidia de todos y que colapsaban el barrio debido al gran número de visitantes que atraían: la Orgía de fuego y agua y el Concurso de portales.
Todas estas victorias, como tantas otras, fueron inolvidables y las celebramos hasta el amanecer. Pero el gran éxito de aquel tiempo y de aquel lugar, la verdadera esencia de aquellas dos décadas fue otra: la creación de un sentimiento de orgullo de pertenecer a Riu Clar, transformando lo que antes era un estigma en una satisfacción. Durante mucho tiempo los vecinos del barrio, al ser cuestionados por su procedencia, decían que eran de Tarragona, sin especificar, porque les daba vergüenza admitir su origen. Por eso, escuchar unos años después a todas estas personas proclamar con satisfacción y orgullo que “Yo soy de Riu Clar” es de todos esos recuerdos el que más felicidad me provoca. Ese “Yo soy de Riu Clar” bien podría ser uno de los eslóganes favoritos de mi vida.
Qué le habrá pasado al Juárez para que le dé este repentino ataque de nostalgia, estaréis pensando desde hace un buen rato… No es que me haya dado por revisar los álbumes de fotos antiguas, sino que la razón es mucho más especial. El otro día me llamó la actual presidenta de la Asociación de Vecinos de Riu Clar para pedirme si quería ser el pregonero de las fiestas populares de este año. Y, no os voy a engañar, me emocioné: no todos los días coges el teléfono y al otro lado de la línea te ofrecen pronunciar el pregón del lugar que ha marcado tu vida. Así que el 28 de julio allí estaré, abriendo mi corazón a todos aquellos que quieran escucharme, repasando los momentos felices (y los amargos) que allí viví y, sobre todo, dejando bien claro que pese a los triunfos que he conseguido a posteriori, mis años en Riu Clar siempre serán especiales. Y es que yo… soy de Riu Clar. Y estaré orgulloso de ello hasta el fin de mis días.
Ángel Juárez AlmendrosPresidente de Mare Terra Fundación Mediterrània y de la Red Internacional de Escritores por la Tierra