En marzo de 2014 publiqué un artículo titulado ‘Mi reino por una manta’, en el que expliqué el via crucis que afronté cuando por un problema de salud tuve que acudir a varios servicios de urgencias. En aquel escrito narré la caótica situación en la que se encontraban los centros sanitarios, y os aseguro que en mis palabras no había ni un ápice de exageración, por más fama que tengamos los andaluces. Esta semana he vuelto a leer el artículo. Y qué queréis que os diga: si cambio la fecha de edición y lo público hoy, nadie se extrañaría, porque (casi) un año después, los problemas de la sanidad pública continúan siendo (casi) los mismos. Y remarco lo expuesto en los paréntesis, porque la historia que voy a explicar es la crónica de cómo conseguimos ese ‘casi’, que pese a todo sabe a gloria.
Unos días antes de acabar el 2014, en plena vorágine festiva, acudí a mi farmacia habitual para comprar unos analgésicos (y es que, como media España, estaba resfriado). Allí me topé con un letrero que siempre asusta: ‘Cerrado por defunción’. En aquel momento tuve un mal presentimiento, una intuición cargada de energía negativa. Al día siguiente, aquello que no quería escuchar llegó a mis oídos: la persona que había fallecido era Enrique Gheron, un farmacéutico muy conocido, respetado y querido del barrio de Torreforta, en Tarragona.
¿Ustedes creen en la ‘Ley de Murphy’? Yo sí, y el pobre Enrique la sufrió: tuvo la mala suerte de caer enfermo en el peor momento, cuando la Unidad de Hemodinámica del Hospital Joan XXIII estaba bajando la persiana, y por ello tuvo que ser trasladado a Barcelona. Su tostada cayó al suelo del lado de la mantequilla. Es muy triste pensar que si su dolencia hubiese llegado una o dos horas antes, podría haber sido atendido en Tarragona, y quizás todavía estaría aquí, con nosotros…
A raíz de este suceso, Mare Terra Fundació Mediterrània y la Coordinadora d’Entitats de Tarragona, entidades que presido, denunciaron el caso e iniciaron una campaña frenética para pedir la obertura durante las 24 horas de la Unidad de Hemodinámica en Tarragona. No era ni mucho menos la primera vez que lo reclamábamos. Sin embargo, por cosas del destino, en esta ocasión el caso se mediatizó especialmente, y saltó a los medios de comunicación no sólo locales, sino también autonómicos y estatales. Eso nos ayudó mucho en nuestra campaña de denuncia, que se gestó junto a entidades sociales, partidos políticos y otras fuerzas vivas de la ciudad, y que concluyó con una concentración. Tres días después, el responsable de Salut en Tarragona confirmó la ampliación horaria total de ese servicio.
Hemos ganado la batalla. Como sociedad llegamos a nuestro límite y hemos gritamos basta. Y nos han hecho caso. Pero… ¿a qué coste? ¿Powwws estar satisfechos cuando la muerte de un hombre se ha tenido que mediatizar para conseguir nuestro objetivo? Además, ¿cuántos casos como el de Enrique Gheron habrán tenido lugar durante estos años pero no habrán saltado a la agenda política? Y es cierto que hemos conseguido la Unidad de Hemodinámica a tiempo completo, pero todavía queda mucho por recuperar de lo que nos han robado de nuestra sanidad pública (que es nuestra, porque nosotros la pagamos), de la que hace unos años todos nos sentíamos muy orgullosos. El surrealismo ‘berlanguiano’ continúa ahí: votamos a unos señores para que gestionen nuestro sistema de sanidad y ellos lo recortan y se lucran con ello, y todavía encontrarán a un chivo expiatorio para quitarse el muerto (por desgracia, de manera literal) de encima.
En todo caso, voy a poner unas gotitas de optimismo para que no me acusen de ver el vaso siempre medio vacío. Si algo ha quedado wwwstrado en toda esta historia, es que si el pueblo se une y camina en la misma dirección, la clase política no tiene más remedio que hacerle caso. Por eso mismo, espero que la injusta muerte de Enrique Gheron y todo lo que ha sucedido después sirva para que la sociedad entienda que nadie regala nada, y que hay veces en que no hay más remedio que salir a la calle y protestar. Al fin y al cabo, pese a todo, la fuerza la tiene el pueblo, y seguimos siendo los dueños de nuestro destino.
Con esta convicción, que siempre deberíamos tener presente, hay que iniciar una cruzada que será larga y dura, en busca de la sanidad perdida. Ahora que sabemos que es posible, debemos recuperar todo aquello que nos han quitado.
Yo ya estoy preparado. Y tú… ¿te vas a quedar en casa o te unes a nosotros?
Ángel Juárez Almendros
Presidente de Mare Terra Fundación Mediterrània y de la Red Internacional de Escritores por la Tierra