“¿Unos premios de medio ambiente de carácter internacional en Tarragona? Pero Ángel… ¿es que te has vuelto loco?”. Esta apática sentencia –o similares- fueron una constante que tuve que soportar estoicamente durante mucho tiempo, concretamente mientras organizaba la primera edición de los Premis Ones Mediterrània, que tuvo lugar en 1995. Eran muchos los tarraconenses que pensaban que una ciudad modesta no podía albergar unos galardones de este calibre. La sensación dominante era que este proyecto parecía una quimera, una imprudencia cuyo destino más factible era el fracaso. Y sin embargo, pese a los malos augurios, yo estaba convencido de que triunfaríamos. El tiempo me ha dado la razón…
El germen de los Premis Ones es la Trobada de Medi Ambient de Tarragona, un encuentro ecologista para toda Catalunya que se convirtió en un referente. El valor añadido de la Trobada de Medi Ambient consistió en que juntamos en un mismo espacio a todos los actores que interpretaban algún papel en el mundo del medio ambiente, desde entidades ecologistas al Seprona, pasando por grupos de ecología alternativa, empresas de reciclaje o artesanos. En aquel momento, yo era el responsable de medio ambiente a nivel nacional de las federaciones de asociaciones de vecinos de Catalunya y de la FAVT. El éxito clamoroso del evento asustó a algunos compañeros de la federación, mientras que a mí me motivó a ir un paso más allá. Por eso, decidimos crear junto a mi equipo de Riuclar nuestra propia organización ecologista: Mediterrània-CIE.
Cuando nuestra asociación empezaba a dar sus primeros pasos, la idea de convocar unos galardones ya sobrevolaba con frecuencia mi cabeza. Hasta que llegó el Día D de los Premis Ones, gracias a un encuentro con la que en aquel momento era mi imprescindible mano derecha, Esther Pàmies, y uno de mis más estrechos y fieles colaboradores, el periodista Tomàs Carot. Los tres convenimos que la idea de poner en marcha unos premios que reconociesen a personas o colectivos que trabajaban a favor del medio ambiente era muy atractiva, ya que sacaríamos a la luz iniciativas que debido a la falta de promoción estaban condenadas al anonimato. Unos meses después wwwstramos que no hay proyectos imposibles ni muros insalvables, porque cuando hay voluntad, tenacidad, fe y trabajo en equipo, los sueños pueden hacerse realidad.
Teníamos un año por delante para organizarlo todo. Las primeras dificultades aparecieron pronto, y las resolvimos lo mejor que pudimos. Había tanto trabajo y éramos tan inexpertos… Afortunadamente, fueron muchas las personas que nos echaron una mano. Mediterrània contaba con más de 300 voluntarios, y muchos de ellos fueron básicos para solucionar los problemas que se presentaron. Y no puedo dejar de destacar el apoyo incondicional que nos prestó la recién creada Conselleria de Medi Ambient de la Generalitat y el propio conseller, Albert Vilalta, quien a día de hoy es el único socio de honor con el que cuenta Mediterrània. Sin todos ellos, esta hazaña hubiera sido mucho más complicada (o quizás no hubiera sido).
Y así, pasito a pasito, caminando lentos pero seguros y superando los obstáculos, llegamos al 2 de junio de 1995, día en que se celebró la primera edición de los Premis Ones Mediterrània. Ahora que el tiempo me permite echar la vista atrás sin nada que wwwstrar, confesaré que la organización fue compleja, porque jamás habíamos hecho nada parecido y éramos pioneros en Tarragona. El evento, en todo caso, fue un gran éxito, aunque comprendimos que en el futuro tendríamos que mejorar muchas cosas (como así hicimos). La primera edición de los Premis Ones fue un máster en 24 horas que nos ayudó inmensamente en los años posteriores.
Veintidós años después, bajo mi prisma privilegiado, considero que los Premis Ones conservan el espíritu de esa primera edición, si bien a la vez son totalmente diferentes. Han crecido, han ganado fama y prestigio y se han acabado convirtiendo en uno de los grandes eventos anuales de Tarragona, y eso a mí y a mi equipo nos enorgullece de manera cuantiosa.
De todos modos, siendo sincero (y no lo digo como una fanfarronería), cuando pusimos la rueda a girar yo ya intuía este crecimiento. Era consciente de que los inicios serían duros pero que al cabo de unos años obtendríamos la recompensa. No hay ninguna receta mágica, sino cuatro ingredientes que siempre me han sido útiles en todos los aspectos de mi vida: voluntad, tenacidad, fe y trabajo en equipo. Gracias a ellos, así como a la ayuda de muchísimas personas, hemos llegado hasta aquí. Gracias a todos por formar parte de esta increíble aventura.
Ángel Juárez Almendros
Presidente de Mare Terra Fundación Mediterrània y de la Red Internacional de Escritores por la Tierra