Desde hace varias semanas no puedo sacarme de la cabeza el proverbio chino que afirma que cuando el sabio señala la luna, el necio mira al dedo. Tengo la sensación de que la sociedad española se ha ido transformando progresivamente en el tonto que observa embobado el dedo y no presta ninguna atención ni al satélite ni a la luz que nos proporciona. Las personas deberían ser capaces de discernir qué es lo que de verdad importa (la luna) sin tener en cuenta las noticias que abren los informativos (el dedo). Por desgracia está quedando claro que somos una sociedad con poca capacidad crítica y analítica. El problema ya no es que sea fácil colarnos un gol, sino que lo celebramos aunque sea en nuestra propia portería.
En todos y cada uno de los días que han conformado los últimos cinco años, el conflicto entre Catalunya y España ha aparecido en mi vida de una manera u otra (en los medios, en una conversación cazada al vuelo, en un tweet…) sin excepción. Y como todos sabemos, esta situación ha ido in crescendo durante las últimas semanas, hasta el punto de que las encuestas ya reflejan que es una de las máximas preocupaciones de los españoles. No digo que el tema no sea importante (obviamente lo es), ni que no tengamos derecho a informarnos y a expresar nuestra opinión sobre el asunto. A mí mismo, como demócrata hasta la médula que soy, me entristece que haya personas en la cárcel o el exceso de represión que se ha vivido en algún momento de este proceso político. Pero como militante del sentido común, me pregunto: ¿no nos habremos obsesionado en exceso con el ‘procés’ catalán? ¿Puede ser que nos hayamos convertido sin darnos cuenta en los necios que no dejan de mirar al dedo? Así lo creo. Durante las últimas semanas se han producido varios sucesos de extrema gravedad, pero apenas les hemos prestado importancia ya que nuestra atención estaba en otro lado. Y es que las banderas, como ha sucedido a lo largo de la historia, sirven para tapar muchas cosas…
Quizás algunos no lo sepáis, pero la sequía se ha convertido en un problema que debería preocuparnos y ponernos en alerta. Los pantanos españoles están en su conjunto por debajo del 40%, una situación que no se registraba desde el 2006. Además, ya van tres años seguidos en los que llueve por debajo de la media, con lo que la falta de agua se está convirtiendo en nuestro pan de cada día. Existen tres cuencas, Júcar, Segura y Duero, cuya situación oficial según el gobierno es de “sequía prolongada”. Hay varios pueblos gallegos que se están abasteciendo mediante camiones cisterna. Y podría enumerar más ejemplos que son para echarse a temblar. Lo peor de todo es que esta crisis hidrográfica no va a ser pasajera. ¿De verdad no deberíamos centrar nuestros esfuerzos en este contratiempo?
Otra cuestión que para nada es banal, aunque para los medios así lo parezca, es que ya han transcurrido tres semanas de la oleada de incendios que quemó 50.000 hectáreas en Galicia, provocando además tres víctimas mortales. Las imágenes dieron la vuelta al mundo, y a las personas que como yo amamos la naturaleza nos provocaron un río de lágrimas. Y sin embargo, el tema perdió fuelle mediático a la misma velocidad que el maldito fuego quemó la vegetación. A día de hoy casi nadie fuera de Galicia está pendiente de la tragedia, pese a que los interrogantes siguen siendo enormes. Las detenciones han sido mínimas, y existen muchas dudas sobre la gestión que llevó a cabo el ejecutivo en este caso de terrorismo ambiental. Mucha gente lo perdió todo, y todos los españoles perdimos un trozo de nuestro país. En este contexto, ¿no sería prioritario centrarnos en dictaminar sentencia y castigar a los culpables?
Quien no está demasiado atento a las novedades de Puigwwwnt, Rajoy y compañía es al cambio climático. Él sigue adelante con lo suyo, impertérrito ante lo que sucede a su alrededor. De hecho, las últimas mediciones que se han realizado vía satélite demuestran que el hielo del Ártico se está derritiendo un 25% más rápido de lo previsto. Según las predicciones más recientes, el deshielo podría ser una realidad entre 2040 y 2050, y eso es algo que cambiará la vida para siempre sobre la faz de la Tierra. Incluso podría provocar la desaparición de la especie humana. Pero… no es tan importante como el ‘procés’, ¿verdad?
Llegados a este punto, y como el mundo que me rodea está mostrando las garras y con ganas de guerra, dejadme hacer una aclaración: a mí me parece perfecto que los ciudadanos estén involucrados al máximo con el caso catalán y todas sus ramificaciones. Es más, todos somos partícipes del ‘procés’ aunque no lo deseemos. Se trata de un asunto de vital importancia para todos los catalanes y españoles, y marcará nuestro futuro como país (o países), así que es lógico que nos quite el sueño. Lo que defiendo es que se puede y se debe estar preocupado por el tema catalán, pero hay muchas otras cuestiones que deberían intranquilizarnos al mismo nivel. Y, por lo tanto, también deberíamos implicarnos y poner de nuestra parte para conseguir una solución satisfactoria.
Lo que pido es compromiso social contra la sequía, los incendios y el cambio climático, que afectan nuestro día a día tanto como nuestro status quo político. Al fin y al cabo, si no detenemos el cambio climático, pronto no habrá ni fronteras ni países que defender. No estoy siendo apocalíptico, sino consecuente con lo que indican los científicos. Creo que como sociedad debemos reordenar nuestras prioridades. Luchemos por nuestros países y nuestras ideas, pero hagámoslo también por nuestro planeta antes de que sea demasiado tarde.
Ángel Juárez Almendros. Presidente de Mare Terra Fundación Mediterrània y de la Red Internacional de Escritores por la Tierra