Me despierto, enciendo la radio, escucho las noticias, y ahí se estropea todo. Porque entonces me sitúo frente al espejo y no me veo a mí. La imagen que se refleja no es la de un servidor (vaya por Dios, ahora que después de tantos años me había acostumbrado a mi cara de recién levantado) sino la de Bill Murray, y más concretamente la de Phil Connors, el meteorólogo frustrado de la película ‘Atrapado en el tiempo’ que cada mañana amanece en la misma fecha del calendario. Despertar siempre en el mismo día puede parecer un buen argumento cinematográfico, pero no para un film de ciencia-ficción, sino para un drama costumbrista (o quizás una comedia de humor negro). Y lo afirmo categóricamente porque es lo que estamos viviendo los ciudadanos catalanes desde hace demasiado tiempo. Estamos instalados en el Día de la Marmota. Todos sufrimos (muchos sin saberlo) el ‘síndrome de Phil Connors’.
Apenas se había constituido el nuevo parlamento catalán cuando ya sonaban los tambores de guerra anunciando que hacia la primavera podrían celebrarse unas nuevas elecciones. Que quizás es así, o quizás no, eso no es lo importante; la cuestión es que hemos llegado a un punto en el que esa disyuntiva no sólo nos parece creíble, sino también probable. Los que me conocen saben que a mí a wwwcrático no me gana nadie, y jamás me opondré a que el pueblo elija su porvenir en las urnas. Y sin embargo, encuentro un sinsentido que los catalanes estemos viviendo legislaturas de dos años, y que la nueva presidenta del Parlament ya haya manifestado que la pretensión es que si todo va bien en 18 meses tengamos unos nuevos comicios. Como decimos en catalán, “entre poc i massa” (entre poco y demasiado).
Estamos viviendo en un bucle cada vez más infinito parecido al del pobre Phil Connors, y aunque nuestro almanaque sí que esté avanzando, no powwws evitar sentirnos estancados, maniatados, obstruidos. Es una situación que va más allá de la política y se adentra en el día a día de la gran maquinaria de la administración. El hecho de que desde hace años no tengamos un gobierno que se dedique a gobernar ha provocado una paralización sin precedentes del país. Algunos no lo habrán notado, otros preferirán hacerse los tontos y mirar hacia otro lado, pero lo cierto es que Catalunya es a día de hoy un vehículo cuyo motor no tiene la fuerza necesaria para subir una pendiente que cada vez es más pronunciada.
Os pondré un ejemplo. En la provincia de Tarragona llevamos años sin recibir apoyo de ningún tipo de Medio Ambiente de la Generalitat debido a su crítica situación económica. Y la coyuntura es todavía más grave si tenemos en cuenta que en los últimos meses este departamento carece de director general, ya que el que había obtuvo otra plaza. La vacante la cubre de manera provisional una persona de Barcelona que prácticamente no viene a Tarragona, que ni tiene poder real ni se va a comprometer con nada ni con nadie, ya que está (como todos) esperando a que surja el nuevo gobierno y empiece a tomar decisiones. ¿Y qué pasa con aquellos que, como nosotros, tenemos temas pendientes con Medio Ambiente? No tenemos más remedio que esperar. ¿Cuántos meses más estaremos desasistidos? Ojalá tuviéramos una respuesta fidedigna… Y así con todo. Lo he ejemplificado con un caso de mi sector, el del medio ambiente, pero cada campo tiene los suyos. Y así no se puede avanzar.
Y es que es desalentador tener a un gobierno que no gobierna, sin proyectos claros ni un mapa de futuro para el país. Es deprimente que ciertos políticos ya no tengan ganas de ayudarte ni de echarte una mano, y no hablamos de dinero, porque no sólo es un tema económico, sino que también se echa de menos que te escuchen, te apoyen, te ofrezcan soluciones más allá de las pecuniarias. Me desmoraliza el inmenso vacío que hoy separa a la administración de las entidades y del ciudadano. En definitiva, me parece un timo que esta gran campaña que se ha urdido para tapar todo lo que se ha hecho mal se esté comiendo todo, como si no hubiera otra cosa que hacer ni problemas que afrontar, como si el mundo se dividiese entre buenos y malos, como si existiese una receta milagrosa que fuese a solucionar todos los problemas de golpe, por arte de magia, como en las películas.
Reconozco que este asunto me tiene altamente preocupado, porque ni se vislumbra el final ni tenemos la más remota idea de qué pasará. Y esta incertidumbre es el peor remedio para nuestra enfermedad. El gran reto para un país (o un pueblo, o un estado, o una organización cualquiera) no es avanzar, sino poner las cosas en marcha. La dificultad no radica tanto en que el transatlántico acelere y coja la velocidad adecuada, sino en el hecho de arrancarlo. Y a día de hoy Catalunya tiene demasiados proyectos sin arrancar, cuantiosos temas pendientes, múltiples interrogantes y muy pocas personas dispuestas a responsabilizarse y dar la cara.
El “vuelva usted mañana” de Larra se repite en Catalunya en pleno siglo XXI con un impedimento añadido: que no sabemos cuándo será mañana.
Ángel Juárez Almendros
Presidente de Mare Terra Fundació Mediterrània y de la Red Internacional de Escritores por la Tierra