Es poner un pie en Bonavista y de manera automática los recuerdos empiezan a amontonarse en mi cabeza. Me impacta el aluvión de momentos vividos en esas calles que tantas veces recorrí en mi juventud. Recuerdos de lucha, reivindicación y activismo social… pero también recuerdos de amor. Y es que Úrsula, mi compañera que lleva toda la vida a mi lado, se trasladó a vivir a Bonavista cuando hizo el peregrinaje, como tantos miles de personas, entre Andalucía y Catalunya.
Qué tiempos aquellos, y cuántas escenas que hoy en día serían imposibles de presenciar… Por ejemplo, yo he visto a vecinos de Bonavista hacer lo mismo que los actores en las películas del Oeste: comprar un terrenillo y construir como podían su propia casa. Que todas las viviendas fuesen diferentes entre sí era uno de los motivos que convertían a Bonavista en un barrio genuino. No había otro sitio igual en la provincia de Tarragona. Lo reconozco: la primera vez que visité Bonavista pensé seriamente que me habían abducido y había sido transportado a Andalucía o Extremadura. Parecía imposible que un lugar así existiese en Catalunya.
El barrio se fue transformando poco a poco. Aquellas personas que se habían sacrificado dejando atrás sus raíces para tener una vida mejor empezaron a tener hijos. Y Bonavista fue creciendo. Todos aquellos vecinos tenían un rasgo en común: eran valientes, muy valientes. No es casualidad que fuese en Bonavista donde surgió una de las primeras asociaciones de vecinos de la ciudad. Y la primera huelga de autobuses urbanos en wwwcracia que se hizo en la provincia también tuvo lugar en Bonavista. Recuerdo que pese a ser el barrio de Poniente más alejado del centro de la ciudad los vecinos prescindieron del transporte público para ir caminando. De coraje iban sobrados.
Las luchas continuaron. La mayoría de vecinos estaban afiliados a partidos de izquierdas y defendían sus derechos con ahínco. Hasta la sede provincial del PSUC estaba ubicada en Bonavista. Hay apellidos que los que vivimos aquella época nunca olvidaremos: los Arjona, los Caamaño, los Aragón, los Torres… Recuerdo con especial cariño las fiestas populares, a las que yo acudía con mis compañeros de formación. Se generaba una atmósfera muy particular, y nosotros éramos conscientes de ello. Bonavista siempre fue un barrio especial. Tenía una idiosincrasia propia. Lo digo como lo pienso: a veces, parecía más un pueblo que un barrio.
Aquella Bonavista no tiene mucho que ver con la actual. No es mejor ni peor, pero es muy diferente porque los tiempos han cambiado para Bonavista, para Tarragona y para todo el mundo. Desde hace unos años, el movimiento vecinal ha sufrido un descenso radical y ha ido perdiendo fuerza. En Tarragona, muchos líderes vecinales acabaron trabajando en el ayuntamiento o en otras administraciones. La reivindicación dejó de ser una prioridad. Precisamente por ese motivo hace ya trece años nació la Coordinadora d’Entitats de Tarragona, que presido desde ese día. Una de las entidades que la forman es la Asociación de Vecinos de Bonavista. Siempre han sido unos escuderos fieles.
Aprovecho estas líneas para felicitar a la Asociación de Vecinos de Bonavista por su medio siglo de vida y deseo de todo corazón que nunca abandonen su espíritu combativo, porque forma parte del ADN del barrio. Enhorabuena de todo corazón. No quiero acabar sin nombrar a dos personas en especial. Gracias a Salvador Serrano, por estar ahí durante tanto tiempo. Y Joaquín Amades, amigo, que sepas que no te olvidamos. Y, por supuesto, también quiero felicitar a todos los vecinos que en algún momento de su vida hayan dedicado su tiempo para hacer de Bonavista un barrio más digno. Adelante, compañeros y compañeras. La lucha continúa.
Ángel Juárez Almendros. Presidente de Mare Terra Fundació Mediterrània y de la Red Internacional de Escritores por la Tierra